Una de cada cuatro personas sufrirá a lo largo de su vida algún problema de salud mental.
Esta afirmación, que refleja las estadísticas existentes, pone de manifiesto la importancia de la salud mental en el conjunto de las atenciones a la salud.
De hecho, la salud mental entendida como una forma armónica de relacionarse con uno mismo y con los demás, manteniendo una buena inserción social y una calidad de vida de acuerdo con la etapa y las expectativas de cada persona, puede ser alterada por múltiples motivos a lo largo de la vida. Pero los conflictos vitales o las reacciones a situaciones dolorosas que el transcurso de la vida nos depara, no deben entenderse como enfermedades. Salvo que estas situaciones se prolonguen en el tiempo, o provoquen una parada en el desarrollo normal.
A estas situaciones estamos sujetos todos, y muchas de ellas son parte de la propia existencia, son una parte dolorosa, pero necesaria para crecer, para madurar como personas.
Pero cuando la interrupción de la salud es muy significativa y tomentosa, produciendo mucho sufrimiento o modificando la manera de vivir y de entender las cosas, aunque originada por diferentes motivos, biológicos, psicológicos o sociales, entonces estamos hablando de enfermedad mental.
Hay enfermedades que se presentan con la misma frecuencia en casi todas las culturas y países. Y otras que están más ligadas a las condiciones sociales y familiares, a culturas, condiciones socioeconómicas, etc.
También hay factores genéticos que predisponen a determinadas enfermedades y también factores ligados al género.
Evidentemente hay edades en que la vulnerabilidad es mayor, y hay enfermedades que aparecen en franjas de edad determinadas y no en otros.
Las situaciones de inestabilidad económica, de cambios sociales, de inmigración, de desajuste relacional, de desestructuración familiar, etc. son factores de fragilidad que hacen más vulnerable a la persona.
La fragilidad de los recursos personales, las personalidades débiles y dependientes, las que no han ido superando las etapas vitales de forma armónica, las que tienen caminos aún pendientes y que no son capaces de asumir el papel de adultos, las que necesitan el efecto de sustancias para soportar la propia vida, etc. Todas estas características conforman diversos grupos de personas más vulnerables, más sujetos al sufrimiento mental y a sus consecuencias.
Hay que tener presente que cualquier persona puede, en algún momento de su vida, y sometida a algunas circunstancias, sufrir una alteración emocional y un gran sufrimiento que puede afectar directamente al curso de su vida: pero, para que aparezca la enfermedad mental han de haber otros factores más determinantes, de orden biológico, psicológico o social, actuales o pasados, que resulte en una enfermedad mental.