Las enfermedades mentales pueden crear malestar y sufrimiento, pueden alterar el funcionamiento de las personas, de la vida, de la relación familiar, pueden hacer variar el papel que las personas tienen en su entorno, pueden hacer perder la relación con el trabajo y, finalmente, pueden generar alejamiento de todo. La enfermedad afecta a la vida psíquica de las personas y por tanto es esto lo que está alterado.
Pero, la persona, evidentemente sigue siendo la misma: lo que puede estar alterado es parte de su pensamiento, de sus emociones, de su conducta y comprometer el desarrollo necesario para madurar, para una armonía y un equilibrio que permita vivir en "normalidad".
Este impacto sobre el ser humano, que puede ser de instauración lenta o rápida, crea de inmediato una situación a veces incontrolable para la persona. El sufrimiento puede hacer pensar y actuar de una manera extraña a la persona y esto puede hacer que busque el aislamiento, la distancia, abandonar los proyectos. Sentirse ajeno e incapaz, perplejo o agobiado, como si fuera otra persona, o pensando en cosas que nadie está de acuerdo, sólo hace que profundizar en sentirse diferente y, a veces, sobrante.
Todo puede ser muy difícil y la convivencia se puede resentir mucho.
Si la enfermedad se alarga en el tiempo, pueden aparecer pérdidas de la capacidad de ordenar y dar sentido a la propia vida, pueden aparecer pérdida de las habilidades para responder a las exigencias de la vida cotidiana, de las relaciones con los demás.
Cuando la enfermedad se alarga se llama crónica, es decir, que tiende a mantenerse con las mismas características y tendiendo, cada vez más, a consolidar las pérdidas y la vida que se puede hacer con estas pérdidas.
Es por este motivo, que es muy importante que la persona con una enfermedad mental pueda mantener lo máximo posible la vinculación con la familia, con su entorno, con las actividades, para que estas pérdidas sean mínimas. Y en caso que se hayan perdido, participar en actividades rehabilitadoras para recuperar-las.
Si la enfermedad ha supuesto una cisura que ha impedido el acceso a una vida autónoma y de plenos derechos, es necesario poner las herramientas para que esto sea posible.
Las dificultades que se crean se han de tratar de superar con el objetivo de alcanzar una calidad de vida suficiente y de acuerdo con las expectativas de la persona enferma.
Por ello, especialmente en las enfermedades graves y de larga duración, es importante mantener vinculación con los servicios que tratan y con los servicios que rehabilitan y, dependiendo de las dificultades específicas de cada persona, seguir un plan que tenga como meta la normalización de la vida.
Hay que tener en cuenta que quien marca la minusvalía es la sociedad: una persona que va en silla de ruedas puede ser incapaz para hacer desplazamientos hasta que los medios de transporte se adaptan a esta situación. En este momento la minusvalía para desplazarse, desaparece. Y sucesivamente, la persona puede ir perdiendo minusvalías en la medida en que la sociedad va haciendo desaparecer los obstáculos.
En salud mental los obstáculos existen en las consecuencias de la enfermedad mental, en cómo la sociedad y los ciudadanos en general están organizados, en la disposición de aceptar las dificultades de los demás y permitir una convivencia en términos de igualdad y de plenos derechos a las personas con enfermedad mental.
Es en la igualdad de oportunidades donde se juega la inserción del enfermo mental.