Cómo hemos dicho, debido a factores de nuestra constitución biológica, de los efectos o peculiaridades psicológicas, o a nuestra realidad social y, lo más frecuente, a una combinación de los tres factores, pueden originarse enfermedades mentales que en diferente grado e intensidad afectan a las personas. Pueden producir problemas en el funcionamiento psíquico de los afectados, alterando y malogrando su vida de relación con él mismo y con las personas que lo rodean, alterando la percepción de la realidad o la posibilidad de sostener actividades satisfactorias.
La enfermedad mental se ha de entender como un fenómeno biológico, psicológico y social y no sólo como una alteración biológica, puesto que, más allá de su causa, afecta de diferente manera, según qué sea la enfermedad, a los tres factores. Es decir, es la persona en su conjunto la que está afectada.
A menudo la enfermedad mental, especialmente la que es grave, tiende a alargarse en el tiempo, es decir, a volverse una enfermedad crónica. Es en estas circunstancias, que la enfermedad provoca las más fuertes afectaciones, en el orden personal, familiar y social.
Antiguamente, las personas con enfermedad mental eran aisladas y confinadas en Manicomios, puesto que se les suponía una imposibilidad de mejora y un riesgo social, especialmente con respecto al miedo a la violencia que se les otorgaba. Habitualmente los Manicomios estaban lejos del lugar de residencia y los encierres eran por largos periodos de tiempo o de por vida. También los tratamientos eran agresivos y la pérdida del contacto con la familia y con su entorno marcaba el futuro de estas personas que, en la mayor parte de los casos era trágico.
Actualmente, se sabe que la enfermedad debe ser tratada como una enfermedad más, con las consideraciones al comienzo mencionadas y que el paciente debe perder el mínimo contacto posible con su medio habitual. Los tratamientos deben ser breves, especialmente los que comportan hospitalización; deben ser lo más precoces posible y, en caso necesario, deben contar con un trabajo rehabilitador. En todos los casos se debe tener como objetivo la inserción social y la mejora de la calidad de vida.