En la subcomarca del Maresme Nord o Alt Maresme, se ha observado un incremento poblacional importante producto de la inmigración. Consecuentemente han aumentado las demandas al CSMIJ de atención para niños y jóvenes procedentes de otros países, especialmente del norte de África y de Latinoamérica.
Este incremento ha generado en el equipo la necesidad de adquirir ciertos conocimientos sobre las culturas de origen de las familias que solicitan su atención y sobre todo reflexionar sobre el fenómeno migratorio, el sufrimiento psíquico que puede generar y las consecuencias en el ámbito de la salud mental.
Un cambio de país y de cultura implica una pérdida y un temor a lo nuevo. Como todo proceso de pérdida implica un duelo, que podríamos definir como la reacomodación del sujeto a vivir sin aquello que hasta el momento era parte importante de su estructura psíquica. En este caso su cultura, sus tradiciones, familiares o personas significativas que han quedado en el lugar de origen. Su identidad queda divida. Este duelo tiene la característica de que no es frente a una pérdida involuntaria –como la muerte de un familiar- sino que es producto de una decisión consciente, lo que aumenta los sentimientos contradictorios ante lo perdido y lo nuevo.
Por otro lado el fenómeno migratorio también implica cambios en la sociedad receptora, debemos adaptarnos a la nueva situación. Siempre que hablamos de adaptación o integración lo hacemos pensando en la actitud de los inmigrantes pero pocas veces se piensa en la actitud nuestra ante lo diferente, el rechazo que provoca lo que percibimos como diferente o extraño.
Generalmente la sociedad receptora se mueve entre el rechazo y el intento de asimilarlos, actitud poco respetuosa con sus valores culturales ya que ambas implican una no aceptación de las diferencias.
En la práctica diaria vemos que este grupo poblacional primero idealiza el lugar de destino y que luego ante las dificultades y ante el dolor por lo que se ha dejado se pasa a idealizar el lugar de origen, quedando atrapados entre dos polos que dificultan su integración.
En el caso de niños la situación suele ser más compleja. Están inmersos en un proceso puesto en marcha por la decisión de sus padres, y suelen recibir un mensaje ambivalente, se les inculca que han de vivir aquí porque tendrán más oportunidades pero también se les transmite que muchas de las pautas culturales del lugar de acogida no son buenas y que deben regirse por normas culturales o religiosas propias de sus orígenes.
En un primer momento muchas familias hacen demanda para sus hijos al CSMIJ aquejados del malestar de sentirse diferentes, rechazados y quejándose de su situación. Suele haber un segundo momento en que niños y jóvenes se afianzan en su grupo de pertenencia, grupos de chicos latinos, árabes, etc.,y buscan afirmar su identidad acentuando y exaltando las diferencias. Hay que tener en cuenta la importancia del grupo para los adolescentes y cómo muchas veces lo subjetivo queda diluido en lo grupal, primando la actitud del grupo que suele ser menos racional y que generalmente busca afirmarse en rasgos comunes y diferenciarse de otros grupos adolescentes.
Dr. Agustín Celaá.
Jefe de servicio del CENTRO DE SALUD MENTAL INFANTIL Y JUVENIL MARESME NORTE,
23 de Junio de 2009 .